Libertad de expresión

Libertad de expresión

Por: Eduardo Serna

Hace unas semanas, el periodista Manuel Hernández Borbolla anunció el cierre de su espacio informativo en YouTube.

En la última emisión del programa de opinión La Revuelta, que era trasmitido cada lunes. Hernández Borbolla planteó estas preguntas ¿Vale la pena ser periodista? ¿Vale la pena hacer un esfuerzo por informar a la gente?

El periodista Hernández Borbolla afortunadamente sigue su labor en RT y participa en otros medios digitales. Obviamente, es una pena que canales informativos independientes, se apaguen, la mayoría se sostienen con recursos propios o de lo que generan en las plataformas digitales. Tomar el camino independiente para tener libertad editorial, apegados a hechos comprobables, para informar correctamente, teniendo todas las dificultades en contra, es de valientes.

Esta labor provoca ataques de granjas de bots, controlados por la maquinaria de los medios masivos y mercenarios, así como ataques del sistema, que atenta contra la propia vida de los periodistas. Aunado a esto, los algoritmos de las redes digitales, no distinguen calidad informativa, sino likes y dinero, esto se traduce en el material que muestran con más incidencia a los usuarios, sin importar la veracidad.

Este funcionamiento explica la plaga infodémica (Inundar con gran cantidad de información, generalmente falsa, resultando difícil de procesar y analizar) que cunde en las redes sociales y medios masivos. Uno de los periodistas históricos que se toma como modelo educativo en la carrera de periodismo, Ryszard Kapuściński acuño esta frase famosa: Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante.

Es sabido que una manera de moldear a las masas, es a través de la manipulación mediática, la creación de percepciones en la sociedad, por medio de bombardeos informativos programados, termina por dar forma a la manera en que vemos el mundo. Podemos ver los acontecimientos a través de los ojos del odio, el miedo, la incertidumbre, el rechazo, etc. Se ha profundizado tanto el estudio de la percepción y el mensaje, así como su codificación que, es poco el margen de escape, cuando estamos con la guardia baja.

Pongamos un ejemplo: el caso Julian Assange, que lleva prisionero más de 10 años, por informar al mundo, a través de su medio digital Wikileaks, crímenes de guerra que E.U. cometió en Iraq. Importantes periódicos de renombre difundieron también esta noticia, pero la presión ejercida por las corporaciones que poseen dichos medios de comunicación y del estado profundo de E.U. hicieron el trabajo sucio de distorsionar la nota.

Después de revelada la noticia, se esperaría alguna condena contra el gobierno estadounidense, que la comunidad internacional y organismos de derechos humanos ejerciera presión para que los culpables fueran al menos juzgados, pero no, el que está preso por difundir “información secreta” (asesinatos de seres humanos civiles), es la persona que mostró la cara real de las operaciones militares de E.U. Se creó toda una cortina de desinformación alrededor de este caso y no sucedió nada. La libertad de expresión es tratada como una mercancía por los medios masivos, difunden información falsa que encubre abusos y crímenes contra la sociedad, sin ninguna consecuencia.

Históricamente, la libertad de expresión, es un derecho humano que se conquistó para construir sociedades más democráticas, la mayoría de las cartas magnas la incluyen. La lucha por decir lo que se tenía que decir en el pasado, cuando no se podía ejercer esta libertad, fue para denunciar las injusticias cometidas contra la humanidad, a través de la libre expresión se señalaron los horrores de la esclavitud, los abusos de las jornadas de trabajo inhumanas, los crímenes de los gobiernos fascistas, imperialistas, capitalistas y comunistas. Este derecho se ha ejercido para transformar, enseñar y comunicar los acontecimientos sociales e históricos, así como, para construir un mundo más justo e informado y romper la secrecía con la que se gobernaba. Dicho lo anterior, ahora para estar informados más o menos bien, hay que hacer un esfuerzo e ir en busca de la información, hay que contrastar ideas y formar un criterio propio, ya la actitud de informarse de manera pasiva (en medios tradicionales, TV y radio) es del siglo pasado.



Revisión de la Libertad de expresión

Las leyes deben ser dinámicas y transformarse, recordemos que la ley avalaba la posesión de otro ser humano como si fuera un objeto, afortunadamente el esclavismo termino. Una idea provocadora que les comparto aquí, es la revisión a la libertad de expresión, los tiempos han cambiado, ya la información que permanecía oculta, vedada solo para unos cuantos, es más difícil que permanezcan así. Con las redes, las fugas y revelaciones, se ha complicado mantener los ultrasecretos, ahí están los casos de Julian Assange, a quien antes mencionamos, y el de Edward Snowden, por decir, los más famosos en últimos tiempos.

El flujo de información al que estamos sometidos por los medios masivos y redes sociales, es gigantesco, recordemos la infodemia durante la pandemia. Esto ha llevado a la sociedad a una especia de oscurantismo iluminado, en donde a través de técnicas de choque cognitivas y perceptivas, se ha manipulado a los individuos, ocasionándoles un estado de ignorancia letrada. Es imposible para el cerebro humano procesar el torrente de información que le llega.

Los conglomerados mediáticos (incluidos los grandes estudios cinematográficos propagandistas) han ejercido de manera negligente la libertad de expresión, han cometido actos abiertos de encubrimiento mintiéndole a las audiencias, convirtiéndose así, en fábricas de percepciones distorsionadas. La sobre-exposición a estas fuentes, ha moldeado sociedades de individualidad nociva, impidiendo el pensamiento libre y la integración colectiva armónica (polarización social). José Luis Sampedro economista, escritor y humanista, señala en una entrevista: si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor.

Fabrizio Mejía, escritor y analista, comenta: la información debe ser catalogada como un bien público, la libertad de expresión, no es potestad de los grandes conglomerados mediáticos. En este sentido, debería ser revisada la manera en que la ejercen. Claro que esto enciende todas las alarmas cuando se menciona, por ello, esta revisión no debería hacerse por gobiernos ni empresas privadas, sino más bien, por la sociedad.

No se trata de que un grupo se suscriba como poseedor de la verdad, es más bien crear un mecanismo contra la mentira propagada, esto a través de auditorías ciudadanas, que evalúen el daño comprobable que haya provocado información falsa, en detrimento de la sociedad, incluso, se deberían analizar dentro de este mecanismo, la posibilidad de sacar del aire canales y personajes, que falseen información y se les compruebe esta negligencia. La libertad de expresión no debe ser controlada por el mercado, ni por los monopolios, debe volver a la gente.

¿Vale la pena hacer el esfuerzo por informar? Mi opinión es que sí, es una valiosa labor. Rindo homenaje a todos los periodistas y reporteros que se mueren en la raya (esto dicho respetuosamente, porque es literal en muchas ocasiones) y que todos los días dan la cara, tratando de informar de manera ética y veraz a la sociedad.

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