El futuro está en el sur, muchacho
Por: Callo de hacha
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No hace mucho tiempo atrás, Samuel García, el hoy gobernador de Nuevo León, se ufanó en una entrevista de que “en el norte trabajan, en el centro administran y en el sur descansan”; haciendo referencia al viejo estereotipo de que, en México, el desarrollo ha sido exclusivo de los estados del norte gracias a su cultura del trabajo, algo inexistente en los del sur. “Me consta que es verdad” remató el regio. Callo de hacha
Como los seres humanos tenemos memoria a corto plazo, olvidamos con frecuencia que durante siglos las civilizaciones más grandes que ha visto nuestro continente (Olmecas, Mayas, Aztecas, Zapotecas) se extendieron y florecieron por debajo del Trópico de Cáncer, llegando a dominar los territorios a los que el gobernador hace referencia ahora. Rodeadas de maravillas naturales, tierra fértil y edificaciones majestuosas, esas civilizaciones eligieron el sur para llamarlo su hogar. Mil años después, hoy yo hago lo mismo. Pero vamos por partes.
Hay algo de verdad en los dichos de García, (que en realidad no son de él, sino de una cultura de ignorancia y soberbia), durante casi un siglo la inversión gubernamental se concentró en el norte de México, priorizando, entre otras cosas, el comercio con Estados Unidos. Todo esto dio lugar a un inmenso desarrollo en los estados fronterizos. De repente, carreteras, fábricas, presas e industrias completas se asentaron en los otros áridos y desérticos estados, convirtiéndolos en polos del desarrollo humano, mientras el sur de nuestro país quedó en el olvido. Las cosas cambiaron este sexenio, y hoy los proyectos más importantes, por lo menos del gobierno federal, tienen lugar en el sur: la refinería en Tabasco, el tren Maya en la península de Yucatán y el Corredor Interoceánico en el Istmo de Tehuantepec. La apuesta es sencilla, vamos a darle al sur lo que le dimos al norte.
Vamos a probar que el famoso dicho ese es una mentira.
En 2011 tuve que dejar mi estado por la violencia que provocó la guerra contra el narco. Me mudé a la capital del país y le aposté a algo que, en aquellos no muy lejanos tiempos, parecía ridículo e inverosímil: el internet. El resto es historia (una muy buena, por cierto, que tal vez les cuente en otra ocasión). Doce años después decidí apostar de nuevo, pero esta vez, mi apuesta es por el sur. Al igual que muchos de ustedes, Quintana Roo me ha abierto las puertas cuando las he tocado. Me las abrió algunos años atrás, cuando sembró en mí la semilla del cambio y me las abre de nuevo hoy, cuando la semilla ha germinado y el cambio es inminente.
Esta es mi segunda semana viviendo aquí, en Quintana Roo. Les agradezco a mis amigos (ustedes saben quiénes son) por hacerme sentir como en casa, y a mis enemigos (ustedes también saben quiénes son) por no darme un solo día de tregua y obligarme siempre a ver hacia el futuro. Y hoy, el futuro está en el sur, muchacho.
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