Un México donde se respira el miedo
Por: Mary Hadad
Han sido meses difíciles para las mujeres y niñas de este país, el confinamiento debido a la pandemia ha obligado a millones de mujeres a permanecer en casa por muchas horas, y en muchos casos al lado del enemigo.
La violencia de género se incrementó durante el último año en más de un 80% según reportes de organismos internacionales. Violencia física, psicológica, sexual, moral, económica o patrimonial; un menú que se come todos los días en miles de hogares en México.
Las mujeres y niñas mexicanas tenemos miedo, mucho miedo. El agresor no sólo puede estar en las calles o dentro de casa, sino también en las escuelas, las instituciones, los templos, las fiscalías, los juzgados, el transporte público, los partidos políticos, e incluso en las boletas electorales.
Datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública precisan que entre enero y noviembre pasado en el país han sido asesinadas tres mil 455 mujeres; dos mil 567 casos han sido clasificados como homicidio doloso y 888 como feminicidios. Aunque organismos no gubernamentales han documentado en realidad más de tres mil feminicidios.
Entre 2015 y 2020, el número de víctimas de feminicidio creció 130%. La misma ONU ha reconocido la situación de violencia que están viviendo las víctimas en México como una crisis humanitaria.
Ante esta realidad, mujeres de todas las edades han salido a tomar las calles este 8 de marzo con motivo del Día Internacional de la Mujer, para ejercer presión y visibilizar las alarmantes cifras de violencia de género y la monumental indolencia por parte de las autoridades que de plano ni escuchan, ni razonan, ni muestran la más mínima empatía hacia la dura realidad.
Vivimos en un México de grandes y dolorosos contrastes. Un país de visibles desigualdades y con un claro contexto de violencia feminicida.
Un México que impulsa y encubre violadores mientras 11 mil niñas son embarazadas por pederastas y obligadas a parir; son niñas a quienes se les violan todos sus derechos humanos sin importar el interés superior de la infancia.
Un México donde las mujeres que protestan y exigen un alto a la violencia son recibidas a balazos, mientras los criminales gozan de total impunidad y siguen felices en las calles.
Un México donde las feministas piden en voz alta: “dejen de violarnos y matarnos”, y el gobierno les responde levantando un muro de hierro para intentar silenciarlas, intimidarlas, y dejarles muy en claro que está de lado del opresor y que desea afianzar el patriarcado.
Un México donde un violador puede llegar a ser gobernador y aplastar a las víctimas con semejante ejemplo de bajeza política.
México, el país donde asesinan a diario a 11 mujeres en las formas más crueles y degradantes con el 97% de impunidad, mientras el gobierno sigue recortando año con año los presupuestos para la atención de las víctimas.
México, donde más mujeres y niñas siguen desapareciendo todos los días, y a la vez se “corona” como el país con mayor producción y exportación de pornografía infantil.
México, el país con la tasa más alta de embarazo en adolescentes y de violencia sexual infantil, donde el 99% de los delitos sexuales son impunes. Violadores y pederastas que jamás pisarán la cárcel y seguirán violando a más niñas y niños sin que se haga justicia.
México, el país donde violan a una mujer o niña cada cuatro minutos y que, debido a la impunidad, el 99% de estos delitos sexuales no se denuncian porque las víctimas no confían en la autoridad ni en las que deberían ser sus redes de apoyo, es decir, la familia.
Y hay que decirlo, en más del 80% de los casos los agresores están dentro de la misma familia o son amigos cercanos a la misma. Un fenómeno que se conoce como “secretos de familia”, que comprende una especie de red de encubrimiento que re victimiza y vulnera aún más a las víctimas.
Y pues sí, se respira el miedo, y no es para menos, son millones de agresores que están en todos lados menos donde deberían estar que es en la cárcel.
Sí, se respira el miedo, porque es más fácil que un violador llegue a ser gobernador, que una mujer víctima de violencia sexual reciba justicia.
Es urgente una estrategia nacional de seguridad con perspectiva de género para poner un alto a los feminicidios, fortalecer las instituciones y mejorar las leyes que garanticen los derechos humanos de todas. Es urgente que se rompa el pacto patriarcal desde palacio nacional, pero también en cada uno de los espacios de poder.
La empatía es necesaria porque el problema es tan grande que amenaza con alcanzarnos a cualquiera.
Dejar de criminalizar la libre protesta es un buen paso para comprender que quienes luchan es porque lo han hecho todo, y ese todo no les ha funcionado para encontrar justicia.
Y pueden no gustarte sus “formas”, pero sólo a quiénes les han arrebatado a una hija, a una hermana, a una madre, o a una amiga, conocen del dolor que quema el alma.
Sólo quienes lo han padecido en carne propia y sólo han encontrado indolencia, desdén y desprecio, saben cuánto arde cada lágrima derramada o cada grito ahogado en medio de la soledad institucional y la agresiva impunidad.
Miles de mujeres sienten miedo de ser mujeres y que por esta condición sean agredidas, acosadas, violadas, asesinadas o desaparecidas, y el sólo temor debería ser suficiente para comprender que eso bajo ningún supuesto puede ser bueno si atenta contra más de la mitad de la población de este país.
Sentir miedo por ser mujer o ser niña, no debería ser normalizado ni tolerable bajo ninguna circunstancia.
Hagamos pues que las cosas cambien siendo sensibles y empáticos con la causa común que es la causa de todas. ¿No lo cree así amable lectora?