La extinción de los glaciares

La extinción de los glaciares.

Las cosas, más allá de lo que materialmente representan, adquieren su valor real cuando están relacionadas con nosotros. Las emociones que vivimos se atan a ellas con el pegamento de la memoria. En ese valor subjetivo que las cosas adquieren, anclamos el tiempo de vida.

Por: Eduardo Serna

@eduxenit

Vivo en el tiempo en que ocurre la extinción de los glaciares. Buscando una información en internet, me quede viendo fotos de estas apacibles masas de agua condensada, que se convierten en rocas, antes blancas. Ahora de un hermoso azul, que tristemente, significa la aproximación de su final.

Todo está interrelacionado.

Creo en la interrelación de todo lo existente. Buscando en un cajón encontré dos objetos, entre cosas que son una colección personal; uno de ellos, es una banda plástica de ingreso hospitalario, es un tipo de brazalete que les ponen a las personas que son internadas en un hospital. Este perteneció a mi hermano. Estuve ahí con él, cuando le detectaron cáncer; poco tiempo después de ese día, fallecería.

En aquel momento cuando nos estábamos preparando para dejar el hospital, con aquel funesto diagnóstico, mi hermano se quitó el brazalete con intención de tirarlo a la basura. Se lo pedí, me pregunto que para qué lo quería. No tuve una respuesta concreta solo le comente que lo quería, él alzando los hombros a modo de no entender, me lo dio.

La interrelación

Hoy a varios años de su partida, creo saber qué fue lo que me hizo guardarlo; en el objeto está escrito de puño y letra, su nombre y fecha de nacimiento. La escritura, su escritura, es un rastro de su paso por este mundo, es memoria anclada a un objeto; a mí me ayuda a recordar todo el tiempo que compartimos.

El segundo objeto, fue un regalo de mis hijos. Una pluma que encontraron, durante un viaje que realizaron con su Mamá; ella me compartió que los niños estaban muy entusiasmados cuando la vieron, inmediatamente la tomaron y decidieron que sería mi regalo. Yo todavía no me había decidido a escribir, quizá, no más que algunos poemas. Cuando me la dieron, dijeron que la habían elegido porque me gustaban los libros y el arte.

Es la representación de una pluma antigua, de cuando las herramientas para escritura eran hechas con plumas de ave. Me alegró recibir el presente, pero el motivo que los llevo a elegirla, ese me arraso de felicidad; los hijos siempre nos observan. Ahora como un presagio bueno, esa pluma la atesoro y simboliza la decisión de soltarme a escribir.

¿Qué dicen los ambientalistas?

Dicen los expertos ambientalistas, que ese hielo azul que ahora se ve, es signo inequívoco de la extinción de los glaciares. En unos cuantos años más, ya no estarán por causa del calentamiento global. Nunca he pisado una de esas frías montañas flotantes, y no sé si lo haré algún día. Así que trato de guardar la imagen en la memoria, me parece valioso hacerlo. Así como guarde el brazalete hospitalario de mi hermano y así como atesoro la pluma que me dieron mis hijos, ejerzo la memoria de manera consiente, interrelacionando cosas que aparentemente no lo están.

La memoria humana es así de extraña, relacionando, aromas, sonidos, imágenes, vivencias, objetos, y por eso es trascendental, nos da sentido y orientación. A través de referencias de lo andado, y nos ayuda a guardar los rastros que va dejando la vida. La memoria es ese cúmulo de lo que fue y es importante, no es una absurda acumulación de datos, que se ordenan o sobreescriben, sin relevancia alguna. Ahora, por ejemplo, este texto crea conexiones, entre mi hermano, el brazalete, mis hijos, esta pluma que escribe y tú que lees. Quizá este texto estará guardado en la memoria, por un tiempo, largo, corto, o por el tiempo que tome la extinción de los glaciares.

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