Impunidad.

Impunidad.

Por Pepe Juan Chilón.

Cada día los juzgados del país son saturados de ciudadanos que creen en el sistema judicial mexicano. No existen medios alternativos de solución de conflictos ajenos a los juzgados. Son la única vía mediante la cual pueden llegar a la justicia, esa justicia que la ley promete, aquella que los legisladores plasman con tanto idealismo en una y otra ley, una y otra vez, un día y otro también, leyes sobre leyes. Perfectas leyes que deberán ser aplicadas al pie de la letra.

Sin embargo, cuando dicho ordenamiento llega al juzgado, a la fiscalía, al poder ejecutivo o al poder judicial, vemos con tristeza y decepción que el objetivo de dicha ley queda muy lejos, la aplicación es discrecional, es violatoria de los derechos fundamentales, se tuerce en favor de quien mejor pague, se modifica y se retuerce para garantizar la impunidad de quienes han violado la ley. ¡Qué lamentable!

Todos esperamos que los juzgadores y aplicadores de la ley estén a la altura de dicho ordenamiento, en los hechos sus actos son despreciables, su aplicación resulta subjetiva, se impone el interés del juzgador o de quien convenga.  No, no es justo, no se vale que aquellos -los mejores pagados servidores públicos- olviden su principal objetivo: cumplir y hacer cumplir las leyes.

¿Qué sucede? ¿Por qué olvidan que, con actos antiéticos e ilegales, ellos se convierten en los principales causantes del crecimiento delincuencial? ¿Se darán cuenta de las terribles consecuencias que provoca la incorrecta aplicación de la ley? ¿Qué hace falta para que el sistema judicial mexicano cumpla el objetivo?

Tal vez urge una revolución que remueva viejas estructuras corroídas por la incompetencia, el “cochupo”, la corrupción y la falta de preparación. Para la justicia mexicana resulta muy dañina la ignorancia de su personal, de pasantes acomodados por un amigo que está bien parado con el juez y que ocupa un lugar en dicho tribunal o juzgado. Es muy lamentable leer los acuerdos expedidos por jueces en los que evidentemente dicha autoridad no se tomó la molestia de leer las promociones planteadas por los litigantes.

Urge una revolución en todos los sentidos: una de conciencia, ética, moral e incluso -ante la falta evidente de un Estado de derecho- armada. Bueno, tal vez armada no, pero no lo sé, quizá ya falta poco para que los mexicanos pensantes, actúen en favor de la legalidad y la justicia. ¿Será necesario que todos seamos víctimas de un delito para ver el lugar de impunidad en la que vivimos?

No esperemos ser víctimas para expresar con libertad nuestro sentir, es nuestro derecho Fundamental el acceso a una justicia pronta y expedita. El tiempo se agota.

 

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