Las mujeres, lo mejor de las olimpiadas

Las mujeres, lo mejor de las olimpiadas

Por: Mary Hadad

Mary Hadad     mariahhadad    @MaryHadad

La participación femenina de atletas en las Olimpiadas Tokio 2020 fue sin duda sensacional. Nos hicieron vibrar con cada actuación de fuerza y coraje, nos convocaron a reflexionar con mirada de género sobre temas normalmente invisibilizados en el deporte, y nos brindaron mucho orgullo, sin importar la nacionalidad o el país que representaron.

Su participación fue calificada alrededor del mundo como “histórica”, ya que, por primera vez en la trayectoria de los Juegos Olímpicos, el número de atletas femeninas fue del 49 por ciento del total de deportista presentes.

En cada jornada durante las competencias, me hicieron sentir alegría y esperanza al constatar cuánto hemos avanzado desde aquellas primeras justas deportivas donde era prohibida la participación de las mujeres en la máxima fiesta olímpica.

Atrás quedaron los años de profunda discriminación como en los Olímpicos de París en 1900 donde únicamente participaron 22 mujeres del total de 997 competidores, significando el infame 2.2 por ciento, además que sólo era permitido en cinco disciplinas: golf, vela, tenis, ecuestre y croquet.

Afortunadamente los tiempos van cambiando y las mujeres han irrumpido, sin pedir permiso, para mostrar el músculo y acreditar que la igualdad no radica en ser biológicamente iguales, sino en la igualdad de oportunidades para acceder a todos los espacios de superación y desarrollo.

Los Olímpicos me hacen recordar muchas anécdotas personales, pues, aunque no lo crean yo fui gimnasta en la infancia. Una gimnasta que saltaba todos los días en el catre como castigo al “rebelarme” a la disciplina de los instructores, que, desde mi óptica de infancia, era demasiado estricta.

Las mujeres olimpiadas

¡Era yo todo un lío de 8 años de edad a quien incluso mandaron al grupo de los gimnastas niños que eran poquitos, pensando que eso corregiría mi conducta, pero no, tampoco funcionó, pues los niños seguían mi mal ejemplo de rebeldía!

Y es que, por ejemplo, cuando en los entrenamientos los profesores empujaban tu cuerpo para abrirte en squat o esplit, yo veía a niñas que lagrimaban de dolor, pero no se quejaban, en cambio yo protestaba diciendo: ¡basta, me duele, es demasiado!, y me mandaban al catre.

Así que los profes pensaban que ese era un castigo para mí, pero en realidad ahí era más feliz, ¡brincando en el catre! Y desde ahí observaba a las niñas que tenían habilidades y talentos para la gimnasia, y entre ellas estaba mi hermanita Estelita.

Y es que esa es la historia, yo era la hermana mayor de una niña que amaba la gimnasia y anhelaba ser campeona, y ambas tenemos una mamá que desde muy chiquillas decía, “a donde va una, va la otra y no se separan. Si algo le ocurre a una, la otra corre a avisar”. Por eso yo estaba ahí, todos los días.

Pero yo era artista, no deportista, y menos de alto rendimiento. Aunque ahora que lo pienso, quizá muchas horas brincando en la cama elástica, pudiera considerarse que fui deportista de alto rendimiento, ¡Ja, ja! Ok, no.

Mientras tanto, las otras niñas crecían, avanzaban e iban conquistando logros y metas que se traducían en medallas. Y eso a mí me hacía muy dichosa porque las admiraba y me maravillaba todo lo que podían hacer en piso, en viga de equilibrio, en las barras asimétricas y en salto de caballo. Eran niñas mágicas e increíbles que volaban por los aires.

Por ello celebro la participación de las mujeres históricas en los Juegos Olímpicos, porque han sido siglos de lucha para visibilizar la importancia de la paridad y de la necesaria igualdad sustantiva para que las mujeres accedan a cada espacio que aspiran, y que puedan demostrar con total libertad su capacidad y destreza.

Las mujeres olimpiadasEn el caso de México, las mujeres son quienes han dado mejores resultados desde Barcelona 1992 hasta Tokio 2020, a pesar de que históricamente son más los hombres los que acuden a competir. Según infografía del Instituto Nacional de las Mujeres, desde 1992 se han ganado 32 medallas, de las cuales 56 por ciento ha sido por la extraordinaria participación de las mujeres.

Y aun con todos estos avances, ahora en Tokio las deportistas hicieron suyo el espacio para marcar agenda feminista y convocar reflectores para exigir un alto a la hipersexualización de sus cuerpos contra la imposición del uso de prendas sexistas, como en el caso de las gimnastas alemanas que rechazaron el uso clásico de leotardos que las han hecho sentir incómodas y observadas, así como las atletas de volibol de playa que también rechazaron los bikinis que les imponen a ellas y no así a los varones.

O como la campeona mundial Simone Biles que decidió y anunció retirarse temporalmente de la competencia por considerar que su salud mental era prioritaria, demostrando inteligencia emocional y valentía, para marcar una pauta de respeto contra la objetivización que se suele hacer de las deportistas de ese nivel al presuponerse que son esclavas de la fama, las marcas y los seguidores, sin derecho a su individualidad como persona y al libre desarrollo de su personalidad.

Así que bravo por esas mujeres guerreras que nos representaron a todas, luchando y reivindicando sus espacios, y que aun cuando nos quedan barreras estructurales reales por derribar, la transformación se está dando.

Sigamos haciendo votos y luchando para que las niñas y jóvenes puedan explorar su potencial con mejores apoyos en inversión pública, seguridad, paridad, y ambientes más sanos y libres de estereotipos, para que los Juegos Olímpicos del futuro sean más progresistas y más justos.

Desde esta plataforma vaya pues un reconocimiento y abrazo sororo para todas las niñas y jóvenes que nos representaron con tanta dignidad y entereza, gracias por iluminar con tanta luz los senderos para la construcción de sueños y anhelos de millones de niñas alrededor del mundo que las reconocen y admiran.

No tengo empacho en decirlo, ustedes las mujeres, fueron lo mejor de esta fiesta olímpica con aires de feminismo. ¡Bravas! ¡Bravísimas!

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