La leyenda de la piedra negra, misterio de la Catedral zacatecana

La leyenda de la piedra negra, misterio de la Catedral zacatecana

En las entrañas de la Catedral zacatecana hay una piedra negra, la cual según algunos relatos, está maldita.
El origen de esa historia se remonta a la época virreinal, en Vetagrande, Zacatecas, cuando dos amigos, Misael Galán y Gildardo Higinio, hartos de no recibir el pago suficiente por su trabajo, emprendieron una aventura en busca de riquezas propias, adentrándose en la sierra zacatecana.

Después de muchos meses en los que soportaron todo tipo de inclemencias del tiempo y un sinnúmero de peligros, encontraron una extraña cueva y, al adentrarse, descubrieron una veta madre en la que excavaron y excavaron, pero después de mucho trabajo no encontraron nada.

Gildardo, molesto y exhausto gritó: “¡Maldito seas, cerro infernal!, ¡Ya entrégame mi riqueza!”; de pronto, una enorme piedra dorada apareció ante sus ojos.

“¡Somos ricos!”, exclamaron los amigos.
Gildardo pidió a Misael que fuera al pueblo más cercano a comprar comida y bebida para festejar que al fin las riquezas que tanto deseaban les habían sido concedidas.

Cuando Misael partió, un espíritu maligno se le apareció a Gildardo y en tono burlón le dijo: “¡Qué tonto! ¿De verdad crees que Misael va a compartir la riqueza contigo? La piedra es tuya. Cuando vuelva pregúntale si son ricos”.

Intrigado, Gildardo no dudo en cuestionar a su amigo cuando volvió. Misael, molesto por los cuestionamientos le respondió: “No estés molestando! Sí, soy rico”.

Furioso, Gildardo se lanzó contra su amigo con un puñal en la mano y le arrebató la vida. Ciego de avaricia, quiso tomar la piedra, pero, de nuevo, el espíritu de la cueva se le apareció y le dijo.

“Te dije que la piedra era tuya, pero no te dije que te la podías llevar y por haberle quitado la vida a tu amigo, te quedarás aquí para toda la eternidad”.

En la Catedral de Zacatecas, el párroco Fray Buenaventura convocó a los hombres de la ciudad para emprender un viaje a Vetagrande, pues había recibido varios reportes de desapariciones en ese lugar.

Al llegar, se encontraron con un terrorífico escenario: decenas de cadáveres rodeaban la entrada de la cueva. Hombres que fueron en busca de los desaparecidos Gildardo y Misael también perecieron en el intento de salvarlos.

Al entrar a la cueva, encontraron el cadáver de Misael y a Gildardo enloquecido, aferrado a la enorme piedra dorada.
Fray Buenaventura tomó su Biblia, su rosario y comenzó a rociar con agua bendita la cueva. Los cadáveres desaparecieron y la piedra perdió su intenso color dorado para adquirir un tono negro.

Ante el temor del extraño efecto que causaba esa piedra en quienes estaban cerca de ella, el cura la trasladó a la Catedral, que en esos momentos se encontraba en construcción.

Se dice que la piedra negra aún puede verse, desde la Calle del Ángel, en un muro de la Catedral, no lejos de una pequeña campana que suena misteriosamente si alguien se acerca demasiado.

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