¡Hasta que la dignidad se haga costumbre!

¡Hasta que la dignidad se haga costumbre!

Por Mary Hadad.

Rocío es una mujer mayor de 70 años de edad, cuyo rostro se ilumina en medio de la efervescencia del movimiento feminista a nivel mundial para exigir que cesen las violencias en contra de las mujeres y niñas. Ella se ilusiona al pensar que las jóvenes de hoy y las niñas del futuro, tendrán la posibilidad de una mejor calidad de vida, justo a la que ella no tuvo acceso durante la mayor parte de su vida.

A Rocío le precede una historia dura.

En medio de la pobreza, ella fue la hermana mayor de una familia conformada por 18 hijos e hijas, por lo tanto, hizo el papel de madre de sus hermanitos ya que ayudar a su mamá -que fue casada a la fuerza y que paría hijo tras hijo desde los 14 años de edad- era prácticamente una obligación que se sumaba a la interminable lista de quehaceres domésticos. Rocío, anhelaba estudiar y tener una profesión, pero su sueño se apagaba al ser obligada a permanecer en casa y no asistir a la escuela bajo el argumento de que las mujeres nacían para casarse, tener hijos y servir al marido, y que eran los hombres quienes debían ir a la escuela para el día de mañana mantener a la familia. Contra viento y marea Rocío logró estudiar media secundaria.

Cuando Rocío cumplió 16 años, la obligaron a casarse con un joven que resultó ser violento y alcohólico. Pasaron apenas dos semanas de vivir juntos cuando le propinó la primera paliza. El calvario continuó con siete embarazos, uno tras otro y con cada embarazo la abandonaba, pues él viajaba de manera frecuente debido a su trabajo. Con cada parto ella suplicaba al doctor que la “ligara”, pues ya no deseaba tener más hijos, le explicaba que estaba sola, que tenía carencias económicas y que vivía violencia cada vez que el marido aparecía. En cada ocasión el médico se negó a las súplicas argumentando que su esposo debía autorizarlo por escrito.

Hoy, Rocío es una mujer de más de setenta años que sigue cuidando niños y niñas, pues se hace cargo de sus nietos.

Con este relato como antecedente, quiero hacer una invitación a reflexionar y responderse la siguiente pregunta: ¿En el contexto actual, usted cree que las cosas han cambiado para millones de niñas y mujeres en México? Evidentemente la respuesta es que no, pues millones de mujeres son víctimas de violencia a lo largo y ancho de este país, y transitan por maternidades obligadas, ya que el uso de métodos anticonceptivos no siempre están garantizados, y cuando es así su uso no es negociable dentro de relaciones en pareja donde se vive violencia y en las que no sólo son obligadas a sostener relaciones sexuales en contra de sus deseos, sino incluso son violadas día tras día, sintiendo que su condición no tiene posibilidad alguna de cambiar, pues han crecido precisamente en un contexto sociocultural que normaliza la violencia, donde ellas realmente creen que no tienen ninguna autonomía o autodeterminación dentro del primer territorio que son precisamente sus cuerpos, pues nos han enseñado con todo el dolo y hasta el cansancio, que un tercero posee ese título de propiedad, y puede ser desde el padre, el marido, la sociedad, las autoridades, los representantes populares, el Estado, el patriarcado, menos las mujeres.

Por fortuna esta situación terminará. Cada vez con mayor fuerza las mujeres y las jóvenes por todo el mundo están generando nuevas oleadas de vigor y repudio contra la violencia histórica que se ha ejercido contra nosotras por el hecho de ser mujeres. Las jóvenes feministas y activistas a favor de los derechos humanos vienen fuertes, muy fuertes para sacudir a este planeta y convocarnos a ser intolerantes a la discriminación y a cada una de las diferentes formas de violencia de género dentro de los distintos ámbitos de acción: la escuela, la calle, la casa, las instituciones, la ciudad.

Aquí mismo en Quintana Roo, desde hace unos años, ha iniciado un activismo muy fuerte de mujeres que integran 28 colectivos en la Red Feminista Quintanarroense y que trabajan a favor de los derechos humanos de las mujeres y niñas. Su crecimiento ha sido imparable, pues las juventudes especialmente universitarias se están sumando y abriendo consciencia sobre la importancia de levantar la voz y exigir al Estado que detenga las violaciones a derechos humanos contra la mitad de la población que somos las mujeres. Es muy evidente que han profesionalizado la estrategia, que están informadas, muy bien organizadas y que la cohesión que las une estriba en un objetivo muy claro como un faro de luz que las motiva y las enciende. Ya nada va a frenarlas, han llegado para quedarse y enseñarnos a todos y todas, que la evolución será feminista o no será.

Desde el 27 de noviembre mantienen tomada la sede del Congreso del Estado, exigiendo ser atendidas en los justos reclamos de frenar la violencia feminicida y garantizar nuestros derechos humanos a la interrupción legal del embarazo dentro de las primeras doce semanas de gestación, tal como ocurre en la Ciudad de México desde hace trece años en donde se acabaron las muertes de mujeres y niñas por la práctica de abortos clandestinos.

Los colectivos han presentado peticiones muy claras y concretas, y entre todas han solicitado una muy puntual: que las y los integrantes de las comisiones de Salud y Justicia del Congreso del Estado, sesionen en relación a la iniciativa de despenalizar el aborto dentro de las primeras doce semanas y derivado de este análisis emitan un dictamen. Lo ideal es que sea a favor, pero de lo contrario, no importa, ellas quieren un dictamen, ya sea a favor o en contra. No piden más que eso para desocupar las instalaciones del congreso, que hemos comprobado, es lo que más les importa a quienes integran la actual legislatura, incluso por encima de la vida misma de las mujeres.

Como respuesta, los diputados y las diputadas no solo han ignorado estas demandas, sino que han tratado a las manifestantes con desprecio, sin hacer el mínimo esfuerzo por comprender ni una pizca de la naturaleza de los movimientos sociales por la conquista de los derechos humanos de las mujeres y niñas.

Los integrantes de la Legislatura del Estado han ido más allá, se han atrevido a linchar y humillar públicamente al Presidente de la Comisión de los Derechos Humanos del Estado de Quintana Roo, Marco Toh, en su comparecencia frente a ellos, por haberse atrevido a cumplir con la naturaleza de sus funciones y la facultad de solicitar medidas de protección para las activistas en la toma del edificio del Congreso, especialmente después de los hechos ocurridos el 9 de noviembre en Cancún donde ante una manifestación de activistas por el feminicidio de una joven llamada Alexis, la policía las reprendió a balazos y golpes, incurriendo también en agresiones sexuales contra las propias mujeres luchadoras de los derechos humanos.

¿Qué piensan los diputados y diputadas ignorantes? ¿Que la Comisión de Derechos Humanos debía ponerse a sus pies y defender las paredes de su edificio en lugar de generar mecanismos para proteger a las activistas? Ya nada sorprende ante tanta ignorancia y abuso de poder.

Nos demostraron que sigue avanzando la ignorancia, la discriminación y la xenofobia, pues las y los integrantes de la legislatura del Estado, muy lejos de atender las demandas colectivas de las mujeres feministas, las han tratado con revanchismo y como un problema que apesta, están muy lejos de comprender que en realidad las manifestantes les ofrecen una solución para que las mujeres y niñas de Quintana Roo dejen de morir en abortos clandestinos, pues la evidencia nos ha enseñado que las mujeres, cuando quieren ser madres, son capaces de dar la vida por ello, y cuando no lo desean también son capaces de arriesgar la vida.

No ha existido un solo legislador o legisladora que arrope la causa y la haga suya, alguien que sea inteligente y empático para sentir y comprender que legislar en la materia es un mandato impostergable. Nadie ha querido abrazar la causa de respetar, proteger y garantizar los derechos humanos para erradicar las violaciones sistemáticas a los mismos, y en cambio lo que si han hecho es ser prejuiciosos incitando al odio en contra de las manifestantes.

A pesar de ellas y ellos, las mujeres seguiremos luchando por un mejor mundo para todas, donde la maternidad sea libre, deseada y voluntaria. ¡Hasta que la dignidad se haga costumbre!

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